Cinco años antes de la publicación del artículo de Reinares en El País, concretamente el 1 de agosto de 2005, se filtraron al diario ABC los supuestos contactos entre el Tunecino y el GICL. Aunque el artículo tiene algún error, en él se incluyen casi todos los datos contenidos en los informes policiales citados por Reinares y compañía, incluyendo incluso la teoría de la reunión de Estambul entre el GICM y el GICL que aparece en su libro. De momento no quiero entrar en los detalles, salvo los de los nombres de los supuestos interlocutores: Abu Abdullah Sadeq y Ziyad Al Hashim.
Como suele ser frecuente en los casos de terrorismo, encontrar información pública fiable y abundante sobre ambos sujetos es complicado. Por suerte en el caso de Abu Abdullah Sadeq el "destino" quiso que en 2011 fuese uno de los protagonistas de la "revolución" libia contra Gadafi, acaparando la atención de la prensa. Pero nuestra historia tiene que comenzar en los meses anteriores al 11-M.
Al parecer el nombre real de Abu Abdullah Sadeq es Abdelhakim Belhadj (y sus múltiples transliteraciones como Abd Al-Hakim Alkhuwailidi Bil-Hajj o Abd al-Hakim al-Khuwailidi al-Masri Bilhaj). Otros alias que según la policía utilizaba eran Mohamed Ali o Mohamed Bin Ali Moshen. Si alguien ha seguido los enlaces de la entrada anterior quizás haya advertido que Belhadj era un veterano muyahidín y uno de los líderes del GICL. Parece ser que el 11-S y la posterior invasión de Afganistán por parte de EEUU le pilló en Afganistán, por lo que tuvo que refugiarse Irán con varios militantes del GICL, donde fue retenido hasta que le permitieron viajar a China. Según la policía española desde abril de 2004 estaban "bajo arresto domiciliario" en Libia después de haber sido extraditado por el gobierno chino.
Sin embargo la realidad es un poco más incómoda.
Aunque las fechas no son muy precisas, sabemos por el propio relato de Belhadj que junto a su mujer residía en algún lugar de China desde mediados de 2003. A principios del año 2004 comienza a sentirse vigilado en China (curiosas las fechas) y temiendo por su seguridad decide solicitar viajar a Londres para solicitar asilo en el Reino Unido. A finales de febrero de 2004 es detenido junto con su mujer en el aeropuerto de Pekín por las autoridades chinas (Belhadj viajaba con pasaporte falso) cuando quería coger un vuelo a Londres. Son retenidos unos días y deportados a Malasia. En Kuala Lumpur son retenidos dos semanas más e interrogados hasta que se les permite viajar a Londres vía Bangkok. Previamente el 1 de marzo los británicos habían comunicado a los servicios secretos libios la situación de Belhadj. En este punto interviene el gobierno americano y le comunica a los libios que Belhadj y su esposa van a viajar el 7 de marzo a Londres vía Bangkok y que están dispuestos a compartir la información que obtengan de él y a entregárselos una vez hayan acabado de interrogarle. Tal y como estaba previsto Belhadj y su esposa son detenidos a su llegada a Bangkok, entregados a unos supuestos agentes americanos y transferidos a una prisión secreta de la CIA, donde son interrogados. Entre el 8 y 9 de marzo son trasladados en uno de los vuelos secretos de la CIA hasta Trípoli, con escala en la base británica de Diego García. Desde el 9 de marzo de 2004 hasta el 23 de marzo de 2010, cuando fue puesto en libertad, en virtud de las negociaciones entre Saif Al Islam Gadafi y el GICL, acontecimiento del que fue testigo Fernando Reinares, Belhadj ha estado preso en la prisión de Tajoura primero, y en Abu Salim a partir de 2008. Su mujer, Fátima Bouchar, fue puesta en libertad en julio de 2004.
Seguramente nunca hubiésemos sabido nada de esto si no es porque en febrero de 2011 se produjo la famosa revolución libia que acabó con el régimen de Gadafi. Belhadj tuvo un importante protagonismo en los combates y fue incluido en el Consejo Militar de Trípoli. La conquista de Trípoli permitió el acceso a documentación sobre las relaciones de los servicios occidentales y Gadafi en el caso del GICL. Estas relaciones tienen su origen en el post 11-S en el que Gadafi cambió su estrategia y negoció en secreto con las potencias occidentales el abandono de sus programas de armamento no convencional y su colaboración en la guerra contra el terrorismo. A cambio consiguió el levantamiento de las sanciones internacionales, escenificada mediante encuentros con algunos líderes europeos, y ayuda en la lucha contra los opositores al régimen, entre otros el GICL, con los intereses petrolíferos siempre en segundo plano (¿o primero?). De cualquier modo la cronología relacionada con la entrega de Belhadj es llamativa. Es la crónica de una detención anunciada, tanto en su fase previa, como en su culminación. Si alguien cree que exagero al sugerir que la detención de Belhadj es el regalo preparatorio para asegurar el éxito del viaje de Blair, debería leer esta comunicación entre un alto cargo del MI6 y el jefe de los servicios libios Musa Kusa.
Al final el propio Belhadj hizo pública la documentación y se querelló contra el gobierno británico sin éxito, ya que fue desestimada por cuestiones de "seguridad nacional". Toda esta parte de la historia no se menciona en el libro de Fernando Reinares. Sin embargo el protagonismo de Belhadj en la revuelta libia no pasó desapercibido en España y en otros países occidentales, ya que el El Confidencial Digital resucitó el asunto de las llamadas del Tunecino en septiembre de 2011 y la noticia fue seguida por el corresponsal de ABC en Libia Mikel Ayestarán, que incluso consiguió una entrevista con el propio Belhadj. De hecho parece que el repentino interés de ECD por la relación con el Tunecino coincidió con la presentación de los documentos que probaban la cooperación de libios, británicos y americanos en la "guerra sucia contra el terrorismo".
Pero esa es otro historia. ¿O no?