Recién pasado el décimo aniversario de los atentados hemos asistido a un bombardeo de especiales sobre el 11M en la prensa escrita, radio y TV. Aunque no he seguido exhaustivamente toda la información, tarea digna del mismísimo Hercules, sí que he podido leer varios artículos y he comprobado con sorpresa la cantidad de errores fácticos que contenían. Porque se puede discrepar en las interpretaciones, pero después de diez años de investigaciones y polémicas no se pueden falsear los datos objetivos.
Curiosamente son muchos de los que se burlan y llaman conspiranóicos a los que no se creen las conclusiones de la investigación, como es mi caso, los que con total falta de rigor siguen intentando imponer una Versión Oficial más allá de los hechos comprobados y contrastados.
Desde el primer día, entorno al 11-M se ha desarrollado una batalla informativa basada en la propaganda. Y para que esa propaganda funcione, no hay mejor sistema que recurrir a crear y difundir una serie de mitos y leyendas en torno a los atentados con la intención de que se asienten en la opinión pública.
Yo pensaba que, diez años después y con los dos principales partidos políticos dispuestos a poner punto y final, ya no era necesario seguir insistiendo en esos mitos y leyendas. Pero estaba equivocado.
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